Nacional

La manifestación de transportistas que puso en jaque a la Ciudad de México

Los transportistas de la Ciudad de México decidieron hacer bloqueos en ocho de las principales arterias capitalinas y el caos no se hizo esperar en esta urbe ya de por sí acostumbrada a la pesadez del tráfico. ¿El motivo? Los choferes reclaman un aumento en el pasaje de tres pesos, pues argumentan que el alza de precios de la gasolina los deja en una posición complicada.

El escenario no podía ser peor: tenía todos los visos de salir mal. La mañana fue un caos para los millones de habitantes que se trasladan a sus trabajos en automóvil propio o bien en transporte público. Durante cinco horas (07:00 am-12 pm) los conductores de transporte público obstaculizaron pasos de avenidas como reclamo al gobierno de Claudia Sheinbaum. La mandataria dijo que no habrá aumento de tarifas. “Nuestro deber es proteger la economía de las familias”, señaló la jefa de gobierno en un video. Los transportistas reclaman que el precio total del pasaje sea de ocho pesos (actualmente es de cinco).

Claramente, la postura oficial ha derivado en fuertes molestias para los conductores, que no dudaron en poner en jaque a toda la capital. En una muestra más de la audacia que los caracteriza, consideraron que el mejor método para importunar a sus clientes era, precisamente, causarles más problemas. Para que me valores: ni te llevo ni te dejo que otro lo haga. Los insultos no se hicieron esperar cuando choferes y usuarios se encontraron. Lo normal, invitaciones a trabajar y mentadas de madre en oferta. La movilización ha sido totalmente repudiada por la ciudadanía, que motivos tiene y de sobra.

Los usuarios cuentan con todo el derecho de manifestar su enojo por los bloqueos de hoy y por el transporte que padecen todos los días. ¿Pagar todavía más por un servicio que es deficiente desde tantos puntos de vista? Se podría empezar por hablar de la infraestructura. Las micros que abundan en la capital son viejas y, por lo tanto, inseguras en sí mismas: los riesgos de un accidente son amplios y, además, está el asunto de la contaminación extra provocada por su nulo o deficiente mantenimiento.

¿Qué decir de los choferes? Claro que los hay muy buenos, amables y serviciales, y sería injusto no decirlo, pero la realidad que todos los habitantes de la ciudad han padecido no se puede tapar con esas excepciones: a los conductores les gusta competir por el pasaje en sus clásicos arrancones a plena luz del día, con los que infringen sus reglas internas y, principalmente, el sentido común pues ponen en riesgo a las decenas de vidas que trasladan en sus destartaladas unidades.

La cereza en el pastel no podría ser otra: los asaltos a mano armada en cualquier tipo de transporte. ¿De qué sirven o servirán las cámaras de seguridad que se colocan en las unidades? Ni el gobierno capitalino (y mexiquense) ni las empresas que reciben la concesión se han preocupado por solucionar el problema. Finalmente, lo han aceptado como algo que tiene que pasar y ni modo. Mientras ellos tengan un nuevo día para generar dinero, ¿qué tanto les puede importar que las personas corran el riesgo de ser asaltadas, cuando menos, o de recibir algún balazo intencional o accidental?

En tanto gobierno y empresas de transporte alcanzan un acuerdo, el día a día seguirá inmutable para millones de habitantes de la Ciudad de México y las áreas conurbadas. Con transportes viejos, inseguros y donde el pánico puede cundir en cualquier momento. Al final, es la realidad más transgeneracional de los últimos treinta años: rogar para entrar en una micro noventera que lleva sobrecupo inhumano y sobrevivir con todas las agallas descubiertas al instante. Todo eso por cinco pesos.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba