Salud

Las palabras que dices a tus hijas que ayudan a perpetuar la brecha de género

Luchar contra las desigualdades de género es una tarea ardua porque las semillas del sexismo germinan inadvertidamente dentro de casa.

Mi padre todavía me llama “gordita linda” y a mi hermana menor le decía que era su “pulguita”. Esos apodos cariñosos, que sin lugar a dudas estaban impregnados del amor profundo de mi papá, también estaban cargados de estereotipos de género, que son creencias de cómo debe ser y comportarse cada género.

Las niñas en la década de 1970 debíamos ser delicadas, hermosas, sentimentales y dependientes. Quizás por eso papá, cuando deseaba elogiarme, optaba por resaltar mis atributos físicos aunque yo era una chica perspicaz, combativa y aventurera que me encantaba estudiar y amaba explorar las calles de mi barrio pedaleando con mi bicicleta.

Alma Rosa Colin Colin señaló en el manual La desigualdad de género comienza en la infancia que los roles de género crean imaginarios de posibilidades de acción pero también limitaciones fatales que parecen que fueran un designio del destino. En esos primeros años de vida aprendemos cuáles son las conductas y actitudes que son castigadas y premiadas.

Lo paradójico es que aunque fui castigada muchas veces por mi irreverencia y siempre me opuse a los privilegios otorgados a mi hermano mayor sólo por el hecho de ser varón, la situación de mis hijas no cambió de manera sustancial cuando tomé la decisión de ser madre.

Reconozco que tuve el tino de evitar vestirlas de rosa en los primeros meses de vida pero también admito que cuando llegué a casa con la primera recién nacida en los brazos, la arrullaba con el clásico de María Grever “Muñequita linda, de cabellos de oro, de dientes de perla, labios de rubí”. Estaba feliz de tener una bebita rolliza y preciosa y no podía parar de decirlo.

La lista de apodos con diminutivos que he usado con mis hijas y que resaltan su belleza sobre su inteligencia, su carisma o su agilidad deportiva es larga. De manera consciente nunca ha sido mi intensión minimizarlas, estereotiparlas o invisibilizarlas, pero la realidad es que las palabras importan mucho y dejan al descubierto los sistemas de discriminación que hemos aprendido de generaciones pasadas.

El informe de Lego

No me hace sentir mejor que no soy la única en hacerlo pero sí me preocupa el daño que le he causado a mis hijas por nombrarlas y adjetivarlas de una manera sexista. Una investigación publicada recientemente, encargada por el Grupo Lego que involucró a más de 60.000 personas, encontró que la creatividad y la confianza en el futuro de las niñas se ve afectada por el lenguaje que escuchan cuando son pequeñas.

La disminución del nivel de confianza de las niñas se agrava por dos factores fundamentales: el lenguaje cotidiano y la expectativa de ser perfecta.

Ese sesgo lingüístico es el responsable de que dos tercios de las niñas incluidas en el estudio sientan aprehensión al expresar lo que piensan, mientras que siete de cada diez se sintió presionada por la creencia de que debían ser perfectas.

Dos tercios de las niñas entre cinco y 12 años dijeron que el lenguaje que fue utilizado al explicar las instrucciones del experimento les impidió experimentar y cometer errores.

“Cuando los niños temen fracasar, ese temor puede obstaculizar su voluntad de explorar y pensar fuera de lo común. Esto afecta la habilidad clave de la confianza creativa, que puede perdurar hasta la edad adulta. La confianza creativa es la seguridad en uno mismo para generar ideas, asumir riesgos y aportar soluciones únicas sin miedo al fracaso”, dijo a Forbes Jennifer Wallace, investigadora sobre sistemas de crianza.

La mayoría de los padres que participaron en el estudio mencionaron las descripciones de género que se utilizan comúnmente para evaluar la producción creativa de las niñas y los niños. Los adjetivos “bonita”, “mona” y “hermosa” son comúnmente atribuidos a las niñas, mientras que los adjetivos “valiente”, “cool” o “genio” se aplican con mayor frecuencia a los niños.

El estudio también reveló que más de la mitad de los menores encuestados creen que los adultos tienden a escuchar más las ideas creativas de los niños que las de las niñas. Y más de dos tercios de los padres también están de acuerdo en que la sociedad toma más las creaciones de los niños que las de las niñas.

“No existe una solución milagrosa para resolver esto”, dijo a Adweek Alero Akuya, vicepresidente de desarrollo de marca del Grupo Lego. “Pero cambiar nuestro lenguaje cotidiano es algo que todos podemos hacer”.

Lo que hay que eliminar

Para educar en la igualdad es crucial poner la lupa sobre la manera en que nos expresamos en nuestro hogar.

La activista feminista Chimamanda Ngozi dijo en su obra Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo que los adultos estamos en la obligación de cuestionar de manera permanente las palabras que usamos porque el lenguaje es el depositario de nuestros prejuicios, creencias y presunciones.

Además de cuidar los calificativos que usamos cuando hablamos con nuestras hijas, tenemos que mordernos la lengua antes de repetir algunas de las frases que hemos escuchado desde niñas.

Para ser bella hay que ver estrellas: La noción de que no importa sufrir con tal de alcanzar el patrón de belleza exigido por la sociedad es absolutamente obsoleta. Una participante en un foro de Educar en Igualdad escribió: “Me hubiese gustado que esa frase estuviese destinada a sembrar en las niñas ideas de ser astronautas y conquistar el universo no necesariamente siendo misses”.

Te vas a quedar para vestir santos: El mensaje transmite que las mujeres solteras no pueden tener una vida plena y feliz. La respuesta de Carla Potter en We lover Size es: “Sinceramente, yo prefiero quedarme para vestir santos que para desvestir gilipollas”.

A las mujeres no hay que entenderlas, hay que quererlas. Se trata de una frase absolutamente sexista que implica que para los hombres es posible comprender a una mujer. “Más que amor y cariño –que por cierto también necesitamos– las mujeres debemos ser escuchadas de la misma forma en que se les permite expresarse a los hombres”, dice la estudiante Camilla Rojas en La Tercera.

Se lo buscó por andar vestida así: Es un frase machista que revela que la sociedad está acostumbrada a controlar la conducta de las mujeres y que las responsabiliza del acoso y las agresiones sexuales por “provocar a los hombres”. La responsabilidad de una agresión sexual recae de manera exclusiva en el agresor.

Fuentes: Forbes, AdWeekBBCEl País.

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