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La maquiavélica estrategia de AMLO oculta en sus 20 propuestas de reforma constitucional

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México, el 5 de febrero de 2024 en Palacio Nacional en la presentación de su propuesta de reforma constitucional | Foto: REUTERS/Henry Romero (REUTERS / Reuters)

El calendario cívico de México reserva el 5 de febrero para conmemorar la promulgación, en 1917, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Ayer cumplió 107 años. La versión actual no es como la original. En 764 ocasiones ha sido modificada mediante 252 decretos. El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no asistió a la ceremonia que cada año se realiza en Querétaro, pues ocupó la fecha para presentar 20 reformas de ley, algunas de ellas constitucionales, que de antemano sabe no pasaran el procedimiento legislativo, por no contar con los votos suficientes en el Congreso de la Unión, para ser aprobadas.

Dice López Obrador que la motivación para proponer sus reformas es “modificar el contenido de artículos antipopulares que fueron introducidos durante el periodo neoliberal” que él considera contrarios al interés público.

“Las reformas que propongo buscan establecer derechos constitucionales y fortalecer ideales y principios relacionados con el humanismo, la justicia, la honestidad, la austeridad y la democracia que hemos postulado y llevado a la práctica desde los orígenes del actual movimiento de transformación nacional”.

Las veinte reformas que propone son: reforma para el Bienestar, Jóvenes Construyendo el Futuro, pensiones justas, salarios justos, reforma al Poder Judicial, reforma electoral, Guardia Nacional, vapeadores y fentanilo, medio ambiente, bienestar animal, salud, vivienda, pueblos indígenas y afromexicanos, ferrocarril de pasajeros, austeridad republicana y remuneraciones, extinción de órganos con duplicidad de funciones, sectores estratégicos del Estado.

Es evidente que las propuestas de López Obrador son socialmente atractivas, sobre todo para los sectores de la población menos favorecidos y en condición de pobreza y pobreza externa. En México 55.7 millones de personas se encuentra en pobreza extrema. 52.4 millones no tienen una vivienda adecuada, tienen mala alimentación, educación insuficiente y deficiente, su acceso a los servicios de salud es nulo o parcial y no tienen empleo formal con derechos laborales, según datos de Coneval de 2021.

Las propuestas del presidente, según sus motivaciones, son ideológicas y por tanto legitimas en el marco de su concepción de país, expuesto por medio de su discurso propagandístico en las mañaneras, como la Cuarta Transformación, con la que busca posicionar en la conciencia de los mexicanos, que está llevando a cabo un cambio similar a los generados por la Independencia, la Reforma y la Revolución.

De antemano, López Obrador sabe que sus reformas no son viables y la mayoría no serán aprobadas por el Poder Legislativo. En realidad, ese no es su objetivo. Lo que parece evidente es la instrumentación de un efecto de propaganda que le abra la puerta para intervenir, de manera indirecta en la campaña, en la disputa por la presidencia, utilizando la artimaña de argumentar que, desde el Poder Legislativo los partidos de oposición se oponen al bienestar del pueblo. Esta línea de argumentación discursiva será útil para su candidata Claudia Sheinbaum.

Una vez más impuso su agenda, muchos en México repetimos lo que López Obrador se propuso con sus reformas, muertas de antemano, pero útiles para dotar de discurso y propuesta política a su partido Morena y cientos de candidatos en todo el país, cuando disputen los más de veinte mil puestos de elección popular. Pero sobre todo el eco de su retórica será Claudia Sheinbaum que mantendrá su mansedumbre, mientras le sea útil y eso podría ser hasta el 2 de junio.

Las propuestas que ofrece López Obrador, en el contexto de disputa por el poder, son una provocación, una forma consolidada en su estilo de gobernar, de imponer la agenda política, de distraer el análisis de los graves problemas que afectan al país, desde antes de su llegada, pero que él agravó durante su fallida administración en la que no logró su objetivo de poner, como prioridad, primero a los pobres. Los números no mienten.

Lo que se propuso López Obrador no fue llevar a término las 20 reformas a las leyes presentadas en el recinto legislativo del siglo XIX, ubicado en Palacio Nacional. Lo que quiso y logró fue que todos los medios, analistas, partidos, empresarios, académicos y demás hablen y especulen acerca de lo que él dijo y entregó a sus subordinados del Poder Legislativo.

Que estemos repitiendo lo que López Obrador propuso como su herencia legislativa significa que no respetamos la regla de no caer en la provocación. Es difícil no sucumbir ante peso de la propaganda que diariamente se derrama desde Palacio Nacional. El enorme reto de las futuras reformas políticas es poner límites al presidencialismo. Garantizar la vida de los poderes e instituciones que generan equilibrios e impiden los abusos del poder.

Sabemos que las reformas constitucionales no son propuestas al final de un periodo de gobierno, hacerlo cuando faltan unos meses para que termine, no es oportuno, significan una falta de respeto para el siguiente gobierno, que siempre podrá, por el mismo camino, regresar todo a su estado original.

Nuestra joven democracia está a prueba. Tendrá que tomar nota para continuar madurando e impedir intromisiones en la disputa por el poder.

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